(De los tiempos de la colonia a nuestros días)
Punto de partida: pensamiento filosófico indígena.
Para entender nuestra visión actual de la brujería es necesario acercarnos a las metáforas de los antiguos pobladores de las tierras de Kuskatan (al que después de la conquista se le dio el nombre de El Salvador), por lo que se hace necesario realizar un ejercicio de desmontaje del pensamiento helénico transmitido y sustentando por todo el sistema imperante en el que vivimos actualmente. Ya que la visión cosmogónica de los núcleos éticos míticos de los pobladores originarios de este país se va matizando con las diferentes tradiciones traídas e impuestas por los españoles y también por la breve estadía de los pueblos afrodescendientes que se ubicaron como esclavos en algunos puntos específicos del país, no podríamos encontrar totalmente la pureza del pensamiento indígena; por ello se hace necesario escarbar en algunas prácticas y actividades, tanto privadas como públicas dentro de algunas poblaciones que aún se resisten a perder su identidad; pero gracias a los estudios de Maria de Baratta, de Leonhard Schultze-Jena y Rafael Lara Martinez, podemos obtener información y herramientas que nos dan algunas aproximaciones para una mayor comprensión; además de las innumerables pistas dejadas por los pobladores en los cantos, mitos y leyendas. Por tanto sugerimos que estas pautas puedan contribuir a ese proceso de desmontaje de lo conocido y dejen espacio para la real comprensión de lo que estamos por conocer desde los ritos, hechizos y ceremonias.
Vale mencionar que durante mucho tiempo se consideró que los pueblos mesoamericanos no habían sido capaces de crear pensamientos filosóficos, pero retomando a Fray Bernardino Sahagún podemos mencionar que particularmente el pensamiento metafórico-conceptual desarrollado por los tlamatinime nahuas[1] es muy cercano al pensamiento filosófico jónico y al pensamiento filosófico teológico de los primeros padres de la iglesia cristiana[2]. Vale mencionar que las grandes civilizaciones mesoamericanas basaron sus pautas para la vida cotidiana en el mismo núcleo ético mítico; que se fueron transmitiendo de persona a persona y que aún prevalecen de forma subliminal. De importancia es reconocer el principio de vida de estos pueblos basados en la comprensión del Principio Integral Supremo Absoluto Ometeotl (Deidad primigenia andrógina amorfa), la concepción cosmogónica del espacio y el tiempo, la comprensión del ser humano con tres centros anímicos (tonal, teyolía, ihiyotl) que lo ubican en el mundo y sobre todo como menciona el Doctor Juan Manuel Contreras la creencia de la existencia de un “espíritu” universal que alcanza incluso a los animales, las plantas y las piedras; el conocer como conocer-sentir, donde los sentidos son parte del conocimiento y tienen función activa proyectada de los órganos a la realidad (la pupila ilumina el mundo), etcétera.
Por tal razón es que los mitos, las narrativas que se pasan de boca en boca, la gastronomía, la medicina, los cantos, los ritos, las celebraciones, la vestimenta, las pautas de convivencia y todo aquello que sustente la vida, tendrán que ver con esos principios éticos filosóficos.
El sentipensar del reflejado en el culto al Espíritu Universal
A través de los relatos como como la “Mujer fragmentada”, “La Siguanaba”, “El Cipitillo”, “La Piedra viva”; se van configurando algunos elementos de la magia parasimpática[3] y a través de los mitos se develan los sincretismos religiosos de un pueblo que basaba su fe en el culto a la naturaleza y en el afán de darle forma y nombre a esa energía fueron configurando Dioses y Diosas con experiencias que también reflejaban el devenir humano.
Cerros, cuevas, rios, rayos, viento y todo aquello que forma parte de los cuatro elementos de la naturaleza van tomando forma en la alegoría de los pueblos a tal punto de convertirlos en objetos de su veneración a través de relatos, bailes y cantos; sobre estos hechos Maria de Baratta opina “estas grutas (cuevas) debían su fama a las celebraciones indígenas de rituales “con [gran] pompa y magnificencia”. Así los pueblos de la comarca “recordaban y mantenían” sus antiguas costumbres étnicas” (Baratta 233). Pero también estos eran usados como mecanismos para mantener el orden; así encontramos que para defenderse de alguna envidia o enemigo los antiguos pueblos empleaban “entierros de alguna prenda personal junto a hierbas y tierra de la lápida de algún muerto”, también se usaba la magia con los animales como la del “Sapo Cocido” y dependerá del color del hilo la intención con la cual se use al animal, el cual se mete en una vasija con agua por siete días. Pero el uso de la magia no era para cualquier persona, entre los que podían recrearla eran de dos tipos: las personas nacidas con el don y los que con practica lo desarrollaban y manejaban con menos poder que quien lo traía de nacimiento; así pues encontramos también en las leyendas historias de personas con poderes sobre naturales como es el caso de la “Tunca” en el libro Mitología Cuscatleca; sobre esto Carmen del Valle[4] nos dirá que “en ocasiones hay animales que hablan en sueños a quienes tienen el don y les piden prestada su humanidad para poder terminar las cosas inconclusas”, a cambio estos animales les daban otros poderes como curar dolencias, clarividencia, entre otros.
Algunas de estas prácticas aún se realizan hoy en día; tanto como el hecho de que en todo mercadito de pueblo no debe faltar el puesto de venta de especias y hierbas. Podemos encontrar incluso toda una práctica comercial dedicada y especializada a la venta de puros para los rituales de amor y venganza, aceites, aguas, jabones y colonias como la de los “Siete Machos” y “Venga Venga”, amuletos contra, hierbas frescas y secas para todos los males, muñequitos y candelas de cera de abeja, medicina artesanal entre otras cosas.
Quizás uno de los elementos más esenciales dentro de la magia parasimpática sea el hecho de conectarla a la medicina ancestral; siendo así, que cuando una persona sufría una afectación grave de salud, esta era tratada primero con medicina natural, acompañada de cantos, rezos y sahumerio para evitar que en ese momento de debilidad el cuerpo fuera usado por algún alma en pena; estos momentos de angustia del enfermo están cargados de creencias místicas y sobre todo de fe en que la sanación, por obra de un milagro y ante tanto ruego de los seres queridos, llegara y dará la sanidad solicitada. Puesto que para los antiguos pobladores de Kuskatan, el cuerpo como entidad, remite a una figura geométrica fractal, escindida, en la cual cada miembro posee cualidades anímicas y energéticas semejantes a la totalidad (Lara Martinez, 2014) y por ello se buscan remedios que puedan representar a estos miembros: plantas cuyas raíces representan la forma de las extremidades, hojas que figuran algún órgano, etc.
También, podemos encontrar en los simbolismos mitológicos hechos que suceden en perjuicio de la paz de los pueblos y sus gentes; como es el caso de la narración de la Siguanaba y del Cipitillo; probablemente se usó el recurso del miedo a la transformación de la fealdad horrorosa para evitar que los hombres trasnocharan y se embriagaran, dejando aun en mayor miseria económica a sus familias; acá no podemos referir en estos hechos a las mujeres pues estas vivían bajo la tutela de los maridos y los padres. Otra historia que refleja esa sinfonía de transmisión de saberes y enseñanzas es la novela “Jaragua” donde hace referencia a como los arboles erguidos de la selva van perdiendo su esencia por los bejucos que se les enredan hasta secarlos por completo; acá los expertos han logrado encontrar que los bejucos son las mujeres de la “vida alegre” que van poco a poco exprimiendo las energías de aquellos que compran el querer.
Estas y otras narrativas van componiendo el pasado de nuestro pueblo, pero también han moldeado el presente lleno de creencias, algunas veces de forma sutil y otras de forma visible. Con el surgimiento de la tecnología se ha hecho más evidente que las personas, sobre todo las que hacen uso de las redes sociales, están buscando nuevos caminos para su devenir humano y espiritual; el volver nuestro rostro a lo que configuro nuestros pueblos es recobrar parte de la identidad hechicera innata que nos identifica, pues la mayoría de indígenas conocía de los hechizos, conjuros y contras para enfrentar la maldad del ladino y del criollo.
Y ahora en nuestros días ¿para qué usaríamos el recurso de la brujería? Si partimos que ser un brujo o una bruja es estar ante una persona que conoce de la energía de la naturaleza y por ello a venera y la honra.
Con amor y confianza
Rvda. Nube Lazzo
Sacerdotisa, responsable del Santuario Fénix del Norte
Tradición Correlliana Nativista de la Wicca
[1] Consejo de sabios
[2] Contreras, Juan Manuel, Nican Mopohua, lectura crítica y política
[3] La magia empática es el conjunto de prácticas basadas en las creencias metafísicas relacionadas con Lo similar produce lo similar, es decir, los efectos se parecen a sus causas
[4] Del Valle, Carmen. Escritora salvadoreña oriunda de Izalco, considerado el bastión de la brujería en El Salvador, autora del libro Hechizos y Limpias en Tierra de Brujos, Edit. Abril Uno, 2011, El Salvador